Me preguntaba yo el por qué del empecinamiento del Partido del Aborto
(como los seres pensantes de nuestra población denominan al Frente
Amplio) en su afán compulsivo de redimir al aborto intencional de su
condición de Delito contra la Personalidad Humana constelado de todo el
elenco de agravantes concebibles e imaginables: premeditación, alevosía,
móvil de lucro, indefensión de la víctima, ensañamiento, ímpetu de
brutal ferocidad, asociación para delinquir…
¿No es absurdo que el Frente renuncie a los votos de las personas
normales, cuya conciencia les impedirá apoyarlo electoralmente por haber
inscripto en su programa semejante objetivo? Pero ¡EUREKA!: encontré
la respuesta, enunciada con precisión de ley histórica por Aleksandr Solzhenitsyn, no por nada Oficial de Artilleria y matemático.
Dice el Premio Nóbel en la página 640 del Tomo II de “Archipiélago Gulag”:
“La
sarna espiritual no se propaga instantáneamente en el alma de la
sociedad… Hay un cierto período mínimo necesario de corrupción antes de
que el Gran Aparato pueda manipular a la gente”
A esa luz el enigma se disipa, y se comprende que el Partido del
Aborto acepta el mal menor de perder votos con tal de abortar éticamente
al pueblo uruguayo, objetivo superior aún, para sus fines, que el nada
desdeñable de “legalizar” la marihuana, meta que también promueven con
ahinco.
Es imperioso que todos aquellos que justificadamente se conmueven por
los aspectos sectoriales de la demolición programada del país que
estamos padeciendo, comprendan que la justificación y banalización del
exterminio de los más indefensos de nuestros compatriotas es el
instrumento más letal de que dispone el régimen para consolidar el poder
autocrático, porque asesta el hachazo en la raíz misma de la comunidad,
en su fundamento moral, y con él demuele el derecho, nulifica la
educación, inhibe toda capacidad de reacción contra cualquier otro
atropello del poder –deja a la población inerme ante el Gran Aparato que
mencionaba el formidable pensador ruso— e intenta reducir a nuestro
amado pueblo a una condición inferior aún a la animalidad, porque en el
reino animal no se dan extremos de crueldad de semejante magnitud,
legalizados y hasta santificados por el asombroso descaro de quienes no
contentos con contaminar nuestro sistema jurídico con esta perversión,
se presentan como filántropos acongojados por “miles” (sic) de muertes
de mujeres que está comprobado fehacientemente que no ocurren. (Pero
además: ¿la mitad de los bebés exterminados “legalmente” no serían,
acaso, mujeres?).
Otros aspectos, si fuera preciso, acaban de condenar el Cáncer del Alma con que se intenta inficionar al pueblo uruguayo.
Uno
es la presentación del tema aborto como cuestión exclusivamente
jurídica o sanitaria, y ocultar a las personas desinformadas que se
trata de un monstruoso negocio promovido por los grandes intereses
usurarios globalizadores. Si residuos de vergüenza tuvieren, deberían
abstenerse de participar en esta campaña, para no contaminarse, los
políticos que saben perfectamente que hay una industria del aborto
patrocinada por seres de la laya de Rockefeller y Kissinger, y que hay
alicientes contantes y sonantes para los que voten la legalización del
aborto. ¿No es intrínsecamente nula una norma cuya motivación
ostensible es falsa, pues la real es el afán de lucro ilegítimo de sus
promotores?
Segundo, al apartar al derecho positivo tan radical y definitivamente
del derecho natural como se lograría con la Ley Infanticida, sus
fautores estarían privando de sustento al primero, y convenciendo con
poderosas razones a la población de que el sistema democrático no tiene
otro sustento que la Violencia del Voto de mayorías fugaces, en lugar de
apoyarse y estar al servicio de las bases esenciales y permanentes de
orden moral que para bien de nuestra nación han residido
tradicionalmente en el corazón de todas las clases sociales de nuestra
tierra. La casta que se arroga poder de condenar a muerte al inocente,
si lograra su torvo designio, privará de sustento ideológico a la
democracia.
Finalmente, una objeción que más que política es estética, contra la
Ley de la Muerte: el espectáculo repulsivo de que un bien tan sacrosanto
como la vida de los niños esté siendo –también él— manipulado y
negociado en los turbios “arreglos” de la baja política, en los
“fifty-fifty” o en los “3 y 2” o en los “pactos del chinchulín”, o en
las “transas” que los políticos venales de otrora no habrían osado poner
en la mesa del garito negociador con otro partido, como se está ahora
haciendo, con proyectos supuestamente menos homicidas, para captar algún
voto legislativo que salve del fracaso a la legalización del
infanticidio. Una vez aprobado el proyecto “intermedio”, en sucesivas
“mejoras” legales posteriores --como ha pasado en todas partes del
mundo-- se terminará en el holocausto hasta los nueve meses de
gestación, sin necesidad de dar razones, impuesto por la violencia a los
médicos bajo pena de cárcel por resistirse a matar, y pagadero por el
propio pueblo víctima de este orientalicidio.
Coronel (r) Luis María Agosto Bessonart
Srio. Gral. - Orientador Ideológico
Bloque Cívico Unidad Nacionalista
No hay comentarios:
Publicar un comentario