Imagine
el lector que en tan sólo UN MES hubiera azotado al Uruguay alguna de las
siguientes catástrofes:
--200
muertos en accidentes de tránsito
--Doscientas
personas asesinadas por delincuentes
--Una epidemia
de cólera cobra 200 víctimas
--Se
producen doscientos suicidios
--Un
estado enemigo nos invade, y mata, en el primer mes, a 200 compatriotas
--Un
tsunami arrebata la vida de 200 uruguayos
¿Puede
haber algo peor que cualquiera de esas hipótesis imaginarias?
Sí, puede haberlo, y esa realidad supera
en gravedad cualquiera de esos escenarios ficticios.
Según
“La República”, desde la “legalización” del infanticidio, se han perpetrado 200
“abortos seguros”, es decir se ha exterminado a 200 criaturas inocentes. El término “aborto seguro” significa algo muy
distinto de lo que la hipocresía de sus promotores insinúa: significa la seguridad
de los perpetradores, de lucrar impunemente con la muerte; la impunidad del
gobierno que tan monstruosa práctica ha santificado, y la impunidad de los
seudo-opositores políticamente eunucos que se asociaron al holocausto.
La experiencia
universal es unánime: la cifra de asesinatos irá en aumento a medida que se
habitúe ( se des-moralice) a más personas a tolerar este horror, y que
sucesivos “progresos legislativos” vayan ampliando el período de admisibilidad
del exterminio, hasta llegar, como en los países de inmoralidad más
desarrollada, a los nueve meses de gestación o ¿por qué no? a la suprema
monstruosidad del llamado “aborto parcial” (dar muerte al feto que arrancado
del seno materno es viable pese a la maniobra practicada.
No
olvidamos en la cuenta de víctimas a las infelices mujeres a las que se recibe
en los “centros de salud” con la taimada pregunta “¿Lo querés tener?” y abusando criminalmente de su ignorancia --son
siempre las clases más pobres las víctimas propiciatorias del régimen
liberal-marxista-- se las asocia al crimen “seguro”.
Como en
todos los graves asuntos públicos, la Providencia ha dado al pueblo oriental la
enseñanza imperecedera del General Artigas: “Nada tenemos que esperar sino de
nosotros mismos”. El extremo de crueldad
insuperable de los autores intelectuales y materiales de esta Catástrofe
Nacional nos obliga a aventar toda esperanza convencional en sujetos irredimibles
o “menos malos”.
La
alternativa es clara: el Partido del Aborto y sus secuaces “moderados” deben
irse, o la Patria y el pueblo oriental dejarán de SER.
Coronel (r) Luis Agosto Bessonart
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