miércoles, 31 de octubre de 2012

Legalización del infanticidio: crimen de lesa patria

Me preguntaba yo el por qué del empecinamiento del Partido del Aborto (como los seres pensantes de nuestra población denominan al Frente Amplio) en su afán compulsivo de redimir al aborto intencional de su condición de Delito contra la Personalidad Humana constelado de todo el elenco de agravantes concebibles e imaginables: premeditación, alevosía, móvil de lucro, indefensión de la víctima, ensañamiento, ímpetu de brutal ferocidad, asociación para delinquir…
  
¿No es absurdo que el Frente renuncie a los votos de las personas normales, cuya conciencia les impedirá apoyarlo electoralmente por haber inscripto en su programa semejante objetivo?  Pero  ¡EUREKA!: encontré la respuesta, enunciada con precisión de ley histórica por Alejandro Solzhenitsyn, no por nada Oficial de Artilleria y matemático.
  
Dice el Premio Nóbel en la página 640 del Tomo II de “Archipiélago Gulag”:
“La sarna espiritual no se propaga instantáneamente en el alma de la sociedad… Hay un cierto período mínimo necesario de corrupción antes de que el Gran Aparato pueda manipular a la gente”
  
A esa luz el enigma se disipa, y se comprende que el Partido del Aborto acepta el mal menor de perder votos con tal de abortar éticamente al pueblo uruguayo, objetivo superior aún, para sus fines, que el nada desdeñable de “legalizar” la marihuana, meta que también promueven con ahinco.
  
Es imperioso que todos aquellos que justificadamente se conmueven por los aspectos sectoriales de la demolición programada del país que estamos padeciendo, comprendan que la justificación y banalización del exterminio de los más indefensos de nuestros compatriotas es el instrumento más letal de que dispone el régimen para consolidar el poder autocrático, porque asesta el hachazo en la raíz misma de la comunidad, en su fundamento moral, y con él demuele el derecho, nulifica la educación, inhibe toda capacidad de reacción contra cualquier otro atropello del poder –deja a la población inerme ante el Gran Aparato que mencionaba el formidable pensador ruso— e intenta reducir a nuestro amado pueblo a una condición inferior aún a la animalidad, porque en el reino animal no se dan extremos de crueldad de semejante magnitud, legalizados y hasta santificados por el asombroso descaro de quienes no contentos con contaminar nuestro sistema jurídico con esta perversión, se presentan como filántropos acongojados por “miles” (sic) de muertes de mujeres que está comprobado fehacientemente que no ocurren. (Pero además: ¿la mitad de los bebés exterminados “legalmente” no serían, acaso, mujeres?).
  
Otros aspectos, si fuera preciso, acaban de condenar el Cáncer del Alma con que se intenta inficionar al pueblo uruguayo.
Uno es la presentación del tema aborto como cuestión exclusivamente jurídica o sanitaria, y ocultar a las personas desinformadas que se trata de un monstruoso negocio promovido por los grandes intereses usurarios globalizadores. Si residuos de vergüenza tuvieren, deberían abstenerse de participar en esta campaña, para no contaminarse, los políticos que saben perfectamente que hay una industria del aborto patrocinada por seres de la laya de Rockefeller y Kissinger, y que hay alicientes contantes y sonantes para los que voten la legalización del aborto.  ¿No es intrínsecamente nula una norma cuya motivación ostensible es falsa, pues la real es el afán de lucro ilegítimo de sus promotores?
  
Segundo, al apartar al derecho positivo tan radical y definitivamente del derecho natural como se lograría con la Ley Infanticida, sus fautores estarían privando de sustento al primero, y convenciendo con poderosas razones a la población de que el sistema democrático no tiene otro sustento que la Violencia del Voto de mayorías fugaces, en lugar de apoyarse y estar al servicio de las bases esenciales y permanentes de orden moral que para bien de nuestra nación han residido tradicionalmente en el corazón de todas las clases sociales de nuestra tierra.  La casta que se arroga poder de condenar a muerte al inocente, si lograra su torvo designio, privará de sustento ideológico a la democracia.
  
Finalmente, una objeción que más que política es estética, contra la Ley de la Muerte: el espectáculo repulsivo de que un bien tan sacrosanto como la vida de los niños esté siendo –también él— manipulado y negociado en los turbios “arreglos” de la baja política, en los “fifty-fifty” o en los “3 y 2” o en los “pactos del chinchulín”, o en las “transas” que los políticos venales de otrora no habrían osado poner en la mesa del garito negociador con otro partido, como se está ahora haciendo, con proyectos supuestamente menos homicidas, para captar algún voto legislativo que salve del fracaso a la legalización del infanticidio. Una vez aprobado el proyecto “intermedio”, en sucesivas “mejoras” legales posteriores --como ha pasado en todas partes del mundo--  se terminará en el holocausto hasta los nueve meses de gestación, sin necesidad de dar razones, impuesto por la violencia a los médicos bajo pena de cárcel por resistirse a matar, y pagadero por el propio pueblo víctima de este orientalicidio.
 

Coronel Luis María Agosto Bessonart
Srio. Gral. - Orientador Ideológico
Bloque Cívico Unidad Nacionalista-Tel. 27081072
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